La extorsión, el insulto, la amenaza, los gritos, la bofetada, paliza, el azote, el cuarto oscuro, la ducha helada, el ayuno obligatorio, la comida obligatoria, la prohibición de salir, la prohibición de decir lo que se piensa, la prohibición de hacer lo que se siente y la humillación pública son algunos de los métodos de penitencia y tortura tradicionales que se aplican no precisamente en tiempo de guerra sino en la vida familiar. Pero vale recalcar que la familia deja de ser tal cuando es invadida por la violencia.
Siempre es difícil precisar un esquema típico familiar, debido a que la violencia puede ser física o psíquica, y ocurre en todas las clases sociales, culturas y edades. La mayoría de las veces se trata de los adultos hacia uno o varios individuos. Las relaciones abusivas se basan en la creencia errónea de que una persona tiene derecho de controlar a otra.
En la práctica, el maltrato tiende a "naturalizarse", es decir se torna cotidiano sobre todo a través de conductas violentas que no son sancionadas como tales.
Cabe destacar que las personas que sufren estas situaciones suelen ocupar un lugar relativamente de mayor vulnerabilidad dentro del grupo familiar.
En este sentido la violencia hacia los niños y las mujeres, estadísticamente reviste un mayor número de casos, en cambio los hombres maltratados son solo el 2% de los casos de maltrato.
La situación empeora cuando se trata de violencia física, que en su mayoría son lesiones leves, las cuales cuando dejan marcas desaparecen en no más de 15 días, complicándose así la posibilidad de mostrar pruebas fehacientes para denunciar actos de agresión.
Si bien hay un importante número de hombres golpeados, la gran mayoría de los casos se trata de personas de género femenino. Sin embargo, no todas las mujeres son cobardes. Hay quienes inmediatamente denuncian a sus maridos si estos osan manotearlas aunque sea. Pero que mala suerte tienen algunas, pues la comisaría, institución que supuestamente nos protege y defiende, no es otra cosa que compinche de estos pega-mujeres. Ante una denuncia sólo hace falta pasar unos cuantos billetitos al policía de mayor rango allí presente para que la excursión de la pareja termine en un “vuelvan cuando quieran”…
En el caso de los niños como en otros casos de violencia, también se da una relación de vulnerabilidad. Claramente los menores muestran inferiores recursos para defenderse de lo que lo haría un adulto. En este caso el riesgo sería mayor porque se trata de un sujeto que cuenta con mayor fuerza y dominio que el niño. En muchas oportunidades se trata de golpeadores que fueron maltratados en la propia infancia.
El Poder Judicial es inundado por personas maltratadas que llegan a esas instancias debido al caso omiso que hacen las comisarías. Esta institución recibe un promedio de 40 a 50 denuncias semanales; algo de 6 ó 7 denuncias diarias. Sin embargo, de acuerdo a la declaración de la Asistenta Social del Juzgado de familia, Victoria Estrada, “la violencia familiar no es un delito”.
Es así como la violencia familiar se convierte en uno de los secretos mejor guardados en el país. Las mujeres temen dar a conocer la realidad que viven en sus casas por temor al qué dirán y en especial, a las represalias por parte de su pareja. Piensan que el primer golpe que les propina su conyugue –y en muchos casos, los hijos a los padres– no volverá a repetirse, dada las muestran de “arrepentimiento” que éstos conceden. Pero se equivocan.
Aunque el primer incidente violento puede que no sea grave, una vez que el maltrato comienza, tiende a aumentar en gravedad y frecuencia, llevando algunas veces a un daño permanente o a la muerte. Lo que puede comenzar como una bofetada o un empujón ocasional se convertirá en un empujón en las gradas, un puñetazo en la cara o un puntapié en el estómago.
Es difícil salir de un problema tan grande como la violencia familiar con personas –lo mismo que instituciones– que cierran los ojos ante algo tan evidente y que, además, va en aumento.
Siempre es difícil precisar un esquema típico familiar, debido a que la violencia puede ser física o psíquica, y ocurre en todas las clases sociales, culturas y edades. La mayoría de las veces se trata de los adultos hacia uno o varios individuos. Las relaciones abusivas se basan en la creencia errónea de que una persona tiene derecho de controlar a otra.
En la práctica, el maltrato tiende a "naturalizarse", es decir se torna cotidiano sobre todo a través de conductas violentas que no son sancionadas como tales.
Cabe destacar que las personas que sufren estas situaciones suelen ocupar un lugar relativamente de mayor vulnerabilidad dentro del grupo familiar.
En este sentido la violencia hacia los niños y las mujeres, estadísticamente reviste un mayor número de casos, en cambio los hombres maltratados son solo el 2% de los casos de maltrato.
La situación empeora cuando se trata de violencia física, que en su mayoría son lesiones leves, las cuales cuando dejan marcas desaparecen en no más de 15 días, complicándose así la posibilidad de mostrar pruebas fehacientes para denunciar actos de agresión.
Si bien hay un importante número de hombres golpeados, la gran mayoría de los casos se trata de personas de género femenino. Sin embargo, no todas las mujeres son cobardes. Hay quienes inmediatamente denuncian a sus maridos si estos osan manotearlas aunque sea. Pero que mala suerte tienen algunas, pues la comisaría, institución que supuestamente nos protege y defiende, no es otra cosa que compinche de estos pega-mujeres. Ante una denuncia sólo hace falta pasar unos cuantos billetitos al policía de mayor rango allí presente para que la excursión de la pareja termine en un “vuelvan cuando quieran”…
En el caso de los niños como en otros casos de violencia, también se da una relación de vulnerabilidad. Claramente los menores muestran inferiores recursos para defenderse de lo que lo haría un adulto. En este caso el riesgo sería mayor porque se trata de un sujeto que cuenta con mayor fuerza y dominio que el niño. En muchas oportunidades se trata de golpeadores que fueron maltratados en la propia infancia.
El Poder Judicial es inundado por personas maltratadas que llegan a esas instancias debido al caso omiso que hacen las comisarías. Esta institución recibe un promedio de 40 a 50 denuncias semanales; algo de 6 ó 7 denuncias diarias. Sin embargo, de acuerdo a la declaración de la Asistenta Social del Juzgado de familia, Victoria Estrada, “la violencia familiar no es un delito”.
Es así como la violencia familiar se convierte en uno de los secretos mejor guardados en el país. Las mujeres temen dar a conocer la realidad que viven en sus casas por temor al qué dirán y en especial, a las represalias por parte de su pareja. Piensan que el primer golpe que les propina su conyugue –y en muchos casos, los hijos a los padres– no volverá a repetirse, dada las muestran de “arrepentimiento” que éstos conceden. Pero se equivocan.
Aunque el primer incidente violento puede que no sea grave, una vez que el maltrato comienza, tiende a aumentar en gravedad y frecuencia, llevando algunas veces a un daño permanente o a la muerte. Lo que puede comenzar como una bofetada o un empujón ocasional se convertirá en un empujón en las gradas, un puñetazo en la cara o un puntapié en el estómago.
Es difícil salir de un problema tan grande como la violencia familiar con personas –lo mismo que instituciones– que cierran los ojos ante algo tan evidente y que, además, va en aumento.
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